La situación política que vivió el país pasada la etapa armada de la Revolución, fue más estable pese a que aún prevalecían fuerzas opositoras al grupo sonorense recién llegado al poder.1 Ello significó, por parte del nuevo gobierno, la puesta en marcha de una política tolerante y conciliadora aprovechada por la Iglesia católica, recientemente afectada por la Constitución anticlerical de 1917. Esta institución no tardó en tomar en cuenta la coyuntura que se le presentaba y fue así como retomó su estrategia de promover su política de acción social católica, sobre todo entre los obre-ros, en respuesta a otras opciones sindicales que surgían, por considerar que éstas ponían en peligro su existencia.
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