Los movimientos eclesiales, fruto del esíritu Santo, constituyen agregaciones muy variada, aunque con importantes caracterísiticas. Son considerados parte de la dimensión carismática de la Iglesia. En ellos la mujer tiene un papel insustituible siendo bien portadora del carisma fundacional, o indispensable colaboradora. La presencia del "perfil mariano" en la Iglesia, la implicación en la transformación del mundo y no sólo en la propia promoción, el valor de la educación y la valentía a través de los movimientos. También hay una exigencia de mayor participación en esferas decisionales, aportando su "mirada" caracterísitica.
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