Sevilla, España
La innovación se presenta en nuestro tiempo como un valor indiscutible. Sin embargo, esto no siempre ha sido así. Hasta la Modernidad ha valido más bien lo contrario: la innovación se categorizaba como “disvalor”. Especialmente en Filosofía. En la perspectiva filosófica clásica no hay lugar para la innovación:
el eterno devenir natural de lo mismo excluía la novedad. Por eso, la concepción y ejecución de un proyecto de innovación docente universitaria en Filosofía, como es el caso de “El diario autobiográfico como recurso experiencial en el aula” (PID-US/3230), exige una revisión previa de la relación entre Filosofía e innovación. Así, este trabajo se plantea como conjunto de prolegómenos tanto a ese proyecto de la Hispalense como a cualquier intento de cohonestar Filosofía e innovación. En particular, se intenta superar el oxímoron inicialmente inherente a una Filosofía de la innovación, reparando en el doble sentido del genitivo y comprobando que la reflexión sobre la innovación (sentido objetivo) termina comportando, a su vez, una Filosofía innovadora (sentido subjetivo): cuando la innovación se hace objeto filosófico se produce eo ipso la innovación filosófica. Esta circularidad es aclarada abordando su motivo antropológico: la rápida innovación es una urgencia de la brevedad de la vida. Sin embargo, la lenta tradición frena la innovación por exigencia de esa misma brevedad. Y, sobre todo, se argumenta que la innovación filosófica no es una excepción a esta regla: no hay suplantación, sino sucesión de la tradición. La filosofía resulta el tradicional intento de existir fuera de una tradición.
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