Varios textos darianos dejan entrever la sensibilidad del poeta hacia las artes escénicas, a veces de raíz popular (como el circo o la pantomima), en las que se exalta el cuerpo en movimiento, con sus múltiples posibilidades expresivas. Considerados desde la perspectiva poética, se posibilita así un diálogo entre las «artes del silencio» (de nuevo la pantomima o la danza) y el arte verbal. Darío dedica dos textos famosos a dos danzantes contemporáneas, Cléo de Mérode e Isadora Duncan. Ambos textos ilustran la fecundidad de dicho diálogo, a partir de dos dispositivos esenciales: por un lado, una aproximación al movimiento que va del paso a la pose, o sea un ‘devenir estatua’, característico del fetichismo que opera en “Cléo de Mérode” y en buena parte de la erótica dariana como éxtasis; por otro lado, una reflexión sobre el movimiento originario, arcaico, que mueve a los cuerpos en “Isadora Duncan”, y que Darío relaciona con modelos holísticos. El primer caso supone una poética de la re-presentación, del poema como artefacto, en el segundo caso, el cuerpo poético es originario, participa de una palabra envolvente.
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