Asturias tiene una tradición histórica de asentamientos de población sobre suelo no urbanizable, los llamados núcleos rurales, también característicos de otras regiones del norte de España, entendidos como asentamientos consolidados de ocupación residencial propio de su territorio y que se han configurado como una característica intrínseca al paisaje asturiano muy marcado por su tipología rural y que como tales han de ser amparados por una especial protección, superando los problemas generados por una regulación que debería ser objeto de aclaración y ampliación para poder efectivamente eliminar el riesgo de un eventual degradación o desaparición de estos núcleos, ejemplo de un desarrollo propio, rico e identificativo del territorio asturiano
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