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El eterno retorno del racismo

  • Autores: Luis Esteban G. Manrique
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 33, Nº 190, 2019, págs. 134-142
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • Descartar el peligro de una nueva era de conflictos étnicos y luchas imperiales peca de optimismo. Los fantasmas de la época de entreguerras regresan. Desmitificar el racismo político continúa siendo una tarea formidable.

      El 29 de abril, Kiron Skinner, directora de Planificación Política del departamento de Estado de Estados Unidos, dijo en un discurso en Washington que EEUU necesitaba una estrategia de contención para China, similar a la que George Kennan concibió para la Unión Soviética en 1947. Skinner insinuó que China suponía un problema mayor que los soviéticos: “La guerra fría fue en cierto modo una lucha dentro del mundo occidental. Por primera vez tenemos ahora como competidor a una gran potencia no caucásica”.

      La referencia étnica es significativa: es la categoría racial que en los documentos civiles de EEUU denomina a los blancos, utilizando una tipología fisonómica muy en boga en el siglo XIX, basada en un supuesto cráneo común de los pueblos indoarios, cuya cuna mítica era el Cáucaso.

      Nadie sabe en realidad lo que significa la raza en términos biológicos o sociológicos, pero las percepciones y conflictos raciales siguen desempeñando un papel determinante en las relaciones internacionales. No es extraño. El filósofo Charles Taylor escribió en Sources of the Self (1989), su célebre ensayo sobre la construcción de la identidad moderna, que la identidad debe su fuerza moral a que es la base de todo vínculo colectivo.

      En los juicios de Núremberg, Hermann Göring calificó la Segunda Guerra Mundial, en la que murieron unos 59 millones de personas, como la “gran guerra racial”. De hecho, los pueblos que los nazis denominaron Untermenschen (infrahumanos) la experimentaron de ese modo. Las propias Naciones Unidas han declarado el 21 de marzo Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial.

      Sean cuales sean las razones de su existencia –políticas gubernamentales, prejuicios privados o una compleja interacción de ambos– las categorías etno-raciales son políticamente significativas. En 2016, Donald Trump ganó las elecciones explotando el miedo a una “invasión” o “infestación” por parte de mexicanos, musulmanes y otras gentes de piel oscura en un país donde la mayoría blanca está dejando de serlo con rapidez. No es casual que un 62% de los hombres blancos votara por Trump.

      El Census Bureau estima que los caucásicos perderán su estatus mayoritario en 2044. Entre 2000 y 2017, los blancos pasaron del 69,1% de la población al 60,7%. Así, no extraña que la xenofobia se haya extendido como una mancha de aceite en los últimos años: según una encuesta del Pew Research Center de junio de 2018, el 75% de los votantes republicanos ve la inmigración irregular como un “gran problema”; según otra del Public Religion Research Institute y The Atlantic, casi la mitad de las población trabajadora blanca está de acuerdo con la afirmación de que “las cosas han cambiando tanto que me siento un extraño en mi propio país”. En política las percepciones suelen ser la única realidad. Si el Partido Republicano se convierte en el partido de la mayoría blanca y el Partido Demócrata en el de las minorías, las cuestiones identitarias terminarán desplazando a las demás diferencias políticas y económicas en el debate democrático…


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