El agua, elemento primordial para todas las civilizaciones, en mayor o menor medida a lo largo de los siglos, ha constituido fuente de riqueza y poder; ha generado vida, pero también ha engendrado disputas de considerable magnitud por el uso y disfrute de su curso natural. Nos referimos hoy a ese aprovechamiento de los cursos de agua para el abastecimiento y la producción de energía. Un acontecimiento que, si bien es cercano en el tiempo, supuso para muchos una revolución encomiable y reseñable. La aparición de las primeras centrales hidroeléctricas trajo consigo una verdadera revolución en la producción de electricidad y el uso de esta. Fruto de esos avances queda hoy salpicado nuestro paisaje más cercano, el de las tierras en las que nos gusta vivir, irrigadas por el río Vinalopó, en el que conocemos varios ejemplos de pequeñas centrales productoras, las denominadas Fábricas de Luz, a las que haremos breve homenaje.
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