A modo de anécdota cuenta Veronica Makowsky que cuando trabajaba en el libro Susan Glaspell’s Century of American Women: A Critical Interpretation of her Work (2001) a menudo se le preguntaba quién era Susan Glaspell y si era tan digna de estudio por qué no formaba parte del canon literario. Citando a Jane Tompkins, Makowsky nos recuerda que «[l]a reputación de un autor clásico no surge del ‘mérito intrínseco’ de su trabajo, sino de un compendio de complejas circunstancias que en un principio lo hacen visible y luego lo mantienen en un puesto preeminente» (2001: 3). Varias circunstancias hicieron invisible el trabajo de Glaspell. Por un lado, la tendencia modernista del período (entre 1915 y 1943) en que la dramaturga publicó sus quince obras de teatro. Al no ser ni cosmopolitas ni elitistas no encajaron en la filosofía literaria del momento. Su lenguaje, realista y sobrio, despreció la abstracción que dominaba la escena, transgredió las convenciones preciosistas de la estética imperante y experimentó con figuras retóricas novedosas. La estructuración de sus obras en un solo acto atentó contra la cartografía de las formas literarias y contravino las leyes de la poética aristotélica.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados