El gusto decimonónico por lo oriental dejó sentir su influencia en el ámbito de la joyería. Hacia 1850, el joyero francés Eugène Petiteau inventó un tipo de alhajas de apariencia morisca, realizadas en plata cincelada, calada y esmaltada en negro con colgantes de coral rojo. Petiteau cosechó cierto éxito con su creación, siendo una de sus clientes la reina española Isabel II.
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