A finales de los años 30 del siglo XX la debilidad de las democracias occidentales permitió a la Alemania nazi comenzar un proceso de expansión territorial con la anexión de países como Austria y Checoslovaquia. Solo unos pocos fueron conscientes del peligro que suponía para Europa y el mundo entero el rearme alemán. Winston Churchill fue uno de ellos, pero, por desgraciadamente, sus palabras no fueron escuchadas hasta que ya fue demasiado tarde.
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