Uno de los mayores éxitos alcanzados por la Unión Europea ha sido la constitución del mercado interior. Definido en el artículo 26.2 del TFUE como un espacio sin fronteras interiores donde se garantiza la libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales, a su existencia se debe buena parte del progreso social y del desarrollo económico que tanto han beneficiado a la ciudadanía europea. Este universo de libertad, fundado en la integración de los mercados nacionales en torno a unos principios y regulación comunes, ha tenido como consecuencia que las operaciones económicas fácilmente puedan trascender los límites de los Estados miembros. De este modo se favorece la competitividad ya que, en la medida que aumenta la oferta de bienes y servicios, se propicia la aparición de dos efectos igualmente deseables: una potencial mejora de la calidad y la necesaria exigencia del ajuste de precios.
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