El experimento aznarista con el que Pablo Casado y su equipo más cercano quisieron frenar el ascenso de Ciudadanos y la irrupción de Vox ha resultado un fiasco. Los casadistas andan buscando una salida al atolladero del 28-A y los críticos intentan morderse la lengua para tratar de salvar los muebles el 26-M. En medio de la depresión post fracaso, todas las miradas apuntan al noroeste peninsular. También la del presidente del PP, que se está dejando llevar por el rumbo centrista de Alberto Núñez Feijóo en medio de la marejada de las derechas. Cuando amaine el temporal habrá que ver si todos siguen remando en la misma dirección. De momento, el gallego se ha colado en la cabina de mandos.
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