El arte de los constructivistas rusos buscaba un compromiso directo con la sociedad, fuera de museos y galerías. Bebiendo directamente de las nuevas expresiones de vanguardia, tomó del Cubismo, el Suprematismo o el Futurismo todas aquellas características formales que pudieran ayudar a transmitir los mensajes del muevo estado comunista. De este modo, un sobrio repertorio de elementos geométricos y colores saturados se enseñoreó de carteles, libros y pasquines. Los hermanos Stenberg, unos adolescentes aun cuando nace el movimiento –en torno a 1941- sabrán tomar de él la libertad compositiva, sin romper con la condición figurativa de la tradición cartelística consolidada en el cambio de siglo. Durante una década diseñarán y firmarán a cuatro manos, perfectamente sincronizadas, alrededor de 300 carteles de cine. Nunca la vanguardia estuvo más cerca de la sensibilidad popular.
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