A finales del siglo XVII la situación de la Armada Española era crítica, con unos barcos escasos y de mala calidad, incapaces de hacer frente a las monarquías rivales que ansiaban controlar las rutas comerciales que unían Europa con América. Esta situación cambió en el siglo XVIII, cuando empezaron a destacar una serie de personajes que, con el apoyo de la nueva dinastía borbónica, hicieron de la armada una terrible máquina de guerra que llegó a atemorizar a la todopoderosa Inglaterra.
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