A lo largo de la historia el mecenazgo siempre ha estado unido al poder económico. Su evolución acabó estancándose en el Estado, en las grandes instituciones y empresas, así como en algunas grandes fortunas del mundo que tenían la capacidad de seguir practicándolo. La llegada de las nuevas tecnologías ha supuesto un cambio radical para los ciudadanos y ciudadanas de hoy y ha revolucionado, entre otros muchos ámbitos, el mundo del patrimonio. Las herramientas que nos ofrece han cambiado la percepción social de la cultura y han multiplicado y facilitado el conocimiento de la materia. Lo han convertido en accesible, actualizando su semántica, sus canales e inaugurando un nuevo concepto de interacción. En este marco, la aparición del micromecenazgo, crowdfunding o financiación colectiva propone precisamente un ejercicio de interacción y, sobre todo, de voluntad y complicidad social.
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