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Japón y su “tennô”: de la era Meiji a la Reiwa

  • Autores: Salvador Rodríguez Artacho
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 33, Nº 189, 2019, págs. 128-138
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • El emperador divino y todopoderoso ha dado paso a un tennô del pueblo, más humano, que apenas reina, solo simboliza. La abdicación de Akihito abre una nueva era de retos inéditos.

      En el siglo XXI conviven repúblicas y monarquías como formas políticas de Estado plenamente aceptadas entre las naciones democráticas, sin que pueda sostenerse, con un mínimo de rigor, que una monarquía parlamentaria necesariamente haya de ser una institución absolutista, incompatible con el Estado de Derecho, con la separación de poderes, con la soberanía popular o con el respeto a los derechos humanos. La calidad democrática se mide por baremos y parámetros de otra índole. Por ejemplo, los casos de Japón y España. Hoy, ambos países tienen en común ser democracias que se han dado a sí mismas monarquías de corte parlamentario-simbólico que coinciden en no reconocer más que una soberanía, la del pueblo, y donde Rey y Tennô (emperador) se deben por entero a la voluntad popular, con sometimiento riguroso a la Constitución, desposeídos de poder político y encumbrados a ser guardianes de la tradición y símbolos de sus respectivas naciones y pueblos. Y así continuará siendo mientras el pueblo así lo sienta, basándose sus lazos de unión en el afecto mutuo y el respeto institucional, mientras dure.

      De lo divino a lo humano Históricamente, el tennô ha alternado periodos de alejamiento del centro de poder sustantivo, retirado y al margen de su ejercicio, con otros periodos –tal vez los menos, aunque determinantes– en que ostentaba poder real o, mejor dicho, poder real imperial. Una primera etapa se situaría entre los siglos II al VII, caracterizada por la formación del Estado Federativo de Clanes, donde coexistían autoridades religiosas y políticas. Ahí surge el sintoísmo, que adopta como objeto de culto la dualidad de autoridades. Una segunda etapa, entre los años 607-947, es testigo del abandono progresivo de la duplicidad del poder hasta llegar a una reunificación del poder político en manos del tennô, mediante los códigos Ritsuryô: un sistema centralizado, unificado y burocrático, regido por normas penales y administrativas bajo la autoridad única del tennô. Al comienzo de esta etapa es cuando se redactaría la Constitución del Príncipe Shôtoku, prototipo jurídico del Estado japonés unificado y gobernado por el tennô.

      La tercera etapa, entre los años 967 y 1467, se caracterizó por una vuelta al dualismo de poder: el emperador es una autoridad formal, un líder religioso, frente al poder de facto que realiza el kwampaku (regente fuerte) o el sesshô (regente). En esta época los emperadores optan por abandonar pronto la vida política, conservando un poder testimonial –a veces solo en apariencia–, para dedicarse al estudio y la meditación, como símbolo de moralidad. Es la época de los emperadores enclaustrados o insei que, aun en circunstancias muy diferentes y salvando las distancias, son los precedentes históricos de la abdicación de Akihito en 2019.

      Por último, hay una cuarta etapa (1467-1867) en que se acentúa y consolida el dualismo. El emperador mantiene su posición formal y echa raíces el bakufu Edo o shogunato Tokugawa. Sería la etapa anterior a la revolución Meiji, presentada como una restauración imperial.

      El 7 de abril de 1868 se proclamó con pompa y ceremoniosidad nipona –y en los santuarios sintoístas ligados a la genealogía imperial– el Gokajô no Goseimon o Carta de los Cinco Principios. Redactado por los líderes de la revolución, el texto fue leído solemnemente por el Meiji tennô y dirigido a sus súbditos. En él quedaban asentados los principios del modelo estatal al que aspiraban los líderes de Meiji, adelantando la voluntad de regularse con una Constitución y un moderno conjunto de normas que vertebrarían el Estado, con Europa como referencia. Para el tennô, los líderes de la revolución tomaron el modelo prusiano de káiser de plenos poderes, añadiéndole un blindaje a su persona al declararlo sagrado e inviolable…


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