El tema de la esperanza no es un tema más entre otros: es el gran tema. Si ella falla, falla todo lo demás.
Estoy convencido de que la crisis más importante de nuestra cultura es la de la esperanza; ella emerge desde el principio de los noventa y que no nos abandona hasta ahora. No se trata de una ausencia absoluta de esperanza (eso haría la vida imposible), pero sí de una muy debilitada, muy enferma.
Me sorprende la lucidez con que don Carlos, ya en el año 1996 en su libro que lleva como título Somos responsables de la esperanza1, detecta y describe el fenómeno.
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