Resumen de Telefax: prestaciones e imagen de marca, atuendos publicitarios para un producto cuyas ventas crecen en torno al 200 por 100 anual: la fulgurante carrera de un sabueso.
Aquel matón de nariz aguileña y calva a lo Yull Brynner acabó en manos de la poli. La culpa la tuvo un sabueso llamado Canofax, el aparatito capaz de trasmitir en pocos segundos la descripción -sin pelos pero con señales- del susodicho delincuente. La historia del malvado calvo, que apareció en nuestra pequeña pantalla en la primavera del 87, marcó la aparición de las telecopiadoras en la publicidad televisiva. Hoy es un producto del que se sirven incluso las estrellas de la pintura pop-art. Mientras en España las ventas de ese sofisticado mensajero crecen a un ritmo del 200 por 100 anual, en el país de George Bush su meteórico ascenso llega hasta el punto de que hay quien ya está intentando convertirlo en un nuevo soporte publicitario. Lástima que, como afirma un creativo, la madurez del mercado haya puesto en fuga a "aquellos tiempos gozosos en que la necesidad de explicar qué era eso del fax te permitía hacer trabajos más bonitos, menos encerrados en la actual descripción de prestaciones"
