Para tocar el cielo. Cada noche dejan medio en penumbra "la isla Bonita". Ya sea en su capital de juguete o en la más remota de sus carreteritas rurales, de las escasas farolas, que se cuidan además muy mucho de apuntar certeramente al suelo, emana un refulgor naranja tan tenue que se puede mirar sin deslumbrarse. Lo que entonces cobra protagonismo por las alturas hace pensar si "El Principito" no andaría pensando en La Palma cuando se preguntaba "Si las estrellas se iluminan con el fin de que, algún día, cada uno pueda encontrar la suya.
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