Gerona, España
La pintura en la Antigüedad, y más concretamente en la zona mediterránea, ha sido siempre la “hermana pequeña” en la investigación sobre el arte antiguo. Pero no por ella misma, sino por su escasa pervivencia, motivada por su mayor fragilidad y su propensión a la fragmentación. De este modo, y pese a que a través de los textos clásicos tenemos conocimiento de un importante número de obras y pintores (principalmente griegos), no ha llegado hasta nosotros ninguna de sus tablas originales. La pintura que hoy se conserva del mundo clásico se circunscribe a la pintura parietal ligada, precisamente, a la propia conservación del muro que la sustenta; es decir tumbas y edificios más o menos preservados. De toda esta casuística arqueológica, la zona vesubiana destaca especialmente por la cantidad de ejemplares conservados, siendo de facto el principal corpus de la pintura romana. Tanto es así que, en la mayor parte de los manuales sobre pintura romana, esta, que en realidad ocupa solo un par de siglos, acaba conformando el grueso de la publicación. La erupción del Vesubio del año 79 no solo sepultó las ciudades de Pompeya y Herculano y numerosas villas suburbanas, sino que, paradójicamente, preservó buena parte de sus paredes en alzado.
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