La insuficiencia cardíaca crónica (ICC) es un verdadero gran problema para el paciente, su familia y los distintos servicios públicos de salud, por la complejidad del sindrome, la alta mortalidad y las frecuentes hospitalizaciones. Estos pacientes presentan una marcada disminución de su calidad de vida y limitación de sus capacidades funcionales básicas, afectando drásticamente sus actividades diarias (1). Las características fisiológicas, funcionales, sociales, culturales y psicológicas de los pacientes y las necesidades no satisfechas también pueden afectar la rehospitalización por ICC (2).
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