Yera Moreno Sainz-Ezquerra, Melani Penna Tosso
Empezamos como profesoras a tiempo completo en la universidad. Una en R.D. otra en MAD, nos separan un océano y el Caribe. Es la primera vez que estamos a tiempo completo en la academia, por eso tenemos ilusión aunque tenemos más de treinta y cinco años y a esa edad no se tienen ya tantas ilusiones, nos lo llevan diciendo desde pequeñitas: “el fuego, tanto el amoroso como el vital, se apaga con los años” o al menos debería.
Este es un intento de escritura desplazada. Como todo intento probablemente contiene en su gesto inicial ya cierta tendencia al fracaso, a instalarse en él como posibilidad de ser. Ser otra escritura que, aún en lo académico, reniega y pervierte lo académico mismo e imagina otro tipo de escrituras, atravesadas por el cuerpo y el deseo. Como intento, este borrador intercala y pone en diálogo distintos registros escritos (amorosos, laborales, cotidianos), cuya escritura es producida por manos que se desean, se tocan, se acarician, se aman, pero que ahora se viven en la distancia y se enredan en una escritura marcada, precisamente, por esa distancia geográfica. También dialoga con esas muchas otras que leemos y que nos acompañan.
Podríamos decir que escribimos este texto con el objetivo de cuestionar la academia y sus escrituras normativas, podríamos decir que lo escribimos para sacarle los colores a esa academia que nos expulsa, pero que se nutre de nosotras, de nuestras precariedades, de nuestros ritmos hiperproductivos y de nuestro deseo que soterrado y vestido de uniforme, late y produce papers. En este texto lo que hay es ese deseo pero en bruto y sin formateo.
Nuestro último escrito a cuatro manos no salió bien, o sí, fue el Decálogo de ideas para una escuela feminista, tuvo mucho eco, como un grito en una cueva. Recibimos muchas críticas por ello, críticas anónimas, sin cuerpo, hacia nuestros cuerpos que escriben, que sienten, que disienten, y que imaginan que las escrituras, y los espacios en los que se producen, pueden ser otras, y, sobre todo, pueden compartirse con otras.
We started out as full-time teachers at the university. We are now separated by an ocean and the Caribbean Sea. One is in R.D., the other in MAD. This is the first time that we are working on a full-time basis as academics, so we are excited although we are more than thirty-five years old and, at that age, one does not harbor many illusions anymore as we have been told since childhood, “the flame of love and the fire of life go out with the years” or, at least, it should.
This is an attempt at displaced writing. As with any attempt, it probably contains in its initial gesture a certain propensity to fail, to settle in the pit of failure as a possibility of being. To be another writing that, although embedded within the academic sphere, denies and perverts the academic codes and imagines other types of writing permeated with bodies and desires. As an attempt, this draft intersperses, and puts in dialogue, different writing dimensions (romance, work, everyday life), and its fabric is produced by hands that desire, touch, caress, love, but which are now experienced in the distance and entangled in a writing precisely characterized by that geographical distance. Also, it engages with those many other ‘she’ whom we read and who accompany us.
We could say that we wrote this text with the aim of questioning the academic system and its normative writing, we could say that we wrote it to blame and shame the academic institutions that expel us, but that feeds on us, our precariousness, our hyper-productive rhythms and our desire —concealed and dressed in uniform— that beats and produces papers. What can be found in this text is that very desire —crude and free of any format.
Our last four-handed writing —the Decalogue of ideas for a feminist school— did not work out well, or maybe yes; it got a lot of attention and left an echo like a shout in a cave. We received many criticisms for it, anonymous, disembodied criticisms of our bodies which write, feel, dissent and imagine that writings, and the spaces in which these are produced, can be different, and, above all, can be shared with others.
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