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Un feminismo para el 99%

  • Autores: Clara Serrano Pardá, Alba Pez
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 33, Nº 188, 2019, págs. 130-137
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • Frente al fracaso del proyecto neoliberal y el auge de fuerzas ultrarreaccionarias, el feminismo ofrece dos antídotos: cuidado de lo común y respeto a la libertad personal.

      El 3 de junio de 2015, más de 300.000 personas marcharon contra la violencia machista en Argentina. La movilización, al grito de “Ni una menos”, tuvo impacto internacional e inició una movilización global contra los feminicidios. En España, el 7 de noviembre se convocó una manifestación de carácter estatal, que puso en la agenda política la violencia contra las mujeres y colocó el feminismo, en un momento de reflujo social, como el eje vertebrador de las movilizaciones ciudadanas.

      Pero es a partir de 2017, tras la victoria de Donald Trump y las consecuencias simbólicas de dicha elección para los derechos de las mujeres, cuando el feminismo se empieza a articular como centro de la batalla política. El día siguiente a su investidura, una marcha multitudinaria –la Women’s March– inundó las calles de Washington y otras ciudades estadounidenses, defendiendo no solo los derechos de las mujeres, sino de colectivos LGTBI y refugiados, así como el derecho a sanidad y educación públicas de calidad. Al ponerse al frente de la mayor manifestación en la historia de Estados Unidos, las mujeres encabezaron una alternativa de futuro frente al avance de la reacción, no solo allí sino en todo el mundo.

      Así surgió el manifiesto “Para un feminismo del 99%”, que firmaron referentes como Angela Davis, Nancy Fraser o Cinzia Arruzza, llamando a un paro internacional de mujeres que ya estaban organizando muchos colectivos feministas en diversos países. El manifiesto presentaba el feminismo como un movimiento amplio que permita vertebrar una agenda de defensa de derechos sociales. El paro fue secundado en más de 50 países y fue el antecedente de la huelga de mujeres del 8 de marzo de 2018. Se trataba de visibilizar a nivel mundial que si las mujeres paramos, se para el mundo. Al poner en el centro el trabajo reproductivo, iba más allá de un paro laboral.

      Paralelamente, se fue gestando el movimiento #MeToo, con el que el feminismo comenzó a expandirse de forma viral. Lo que empezó siendo una denuncia pública del acoso que sufrían las actrices en Hollywood, se convirtió en la forma de romper un silencio alimentado por instituciones ciegas a la violencia machista. Las redes se convirtieron en un espacio de denuncia tras décadas de miedo a denunciar ante la justicia. El movimiento tuvo réplicas en diversos países, incluido España con el #Cuéntalo, sacando a la luz que las mujeres sufrimos la violencia machista a diario, y que si no se denuncia es porque la justicia no funciona, al no haber leyes ni protocolos pensados para acabar con ella.

      Y con este impulso llegamos al 8 de marzo de 2018 y a la primera huelga internacional de mujeres, que significó un antes y un después en el movimiento feminista, en especial para España. El país vio sus calles desbordadas –no solo en las grandes ciudades– y se convirtió en un escenario clave para entender la importancia de la huelga, que repercutió más que en ningún otro país de Europa. Si bien el paro de mujeres se estaba gestando desde hacía meses, fue el lanzamiento de la plataforma #LasPeriodistasParamos, surgida como un grupo espontáneo de Whatsapp de decenas de periodistas que querían apoyar la huelga, lo que tuvo un importante efecto multiplicador. En cuestión de horas se convirtieron en cientos, y el movimiento se selló con la redacción de un manifiesto que firmaron 8.000 periodistas y comunicadoras de distintos medios, gabinetes de prensa y agencias de comunicación del país. En él se exigían siete puntos para mejorar las condiciones de las mujeres en el sector y acabar con la desigualdad. A este movimiento se fueron sumando las periodistas más conocidas de los principales medios españoles, desde Ángels Barceló hasta Ana Rosa Quintana. El apoyo de las periodistas a la huelga fue clave para entender su éxito. El 8 de marzo, el respaldo del sector fue tal que se produjo una especie de apagón de las redacciones, y fue posible ver programas emitiéndose en horario de máxima audiencia sin la presencia de gran parte de los equipos.


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