La construcción de un conjunto residencial con una extensa fachada orientada hacia una autopista supone un interesante ejercicio de arquitectura, que debe mostrarse capaz de ofrecer una respuesta eficaz ante la agresión ambiental que supone la presencia de aquella importante estructura viaria. En este sentido, el propio edificio adopta una imagen dual: ante la autopista se muestra hermético y protector, mientras que hacia la parte posterior lo hace de modo más amable y receptivo. La organización volumétrica general, la propia disposición de las viviendas y los materiales de acabado de las fachadas exteriores, se muestran perfectamente coherentes con aquella dualidad, que preside en todo momento el discurso proyectual.
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