El 26 de febrero de 2018 perdió la Universidad de Granada muy a destiempo a un excelente profesor de Filología Griega, a José María Camacho Rojo. Su pérdida, irreparable por tantas razones de índole académica y científica, constituye además una realidad dolorosa para aquellos que, como quien escribe estas líneas, teníamos en él, mucho más que a un colega, a un amigo de los de verdad. Como actual director del Departamento que fue el suyo durante más de treinta años, me corresponde el deber de redactar, en nombre de todos sus compañeros, estas páginas en la revista a la que tan unido estaba desde sus orígenes, pero confieso desde ahora que me resultará imposible hacerlo sin poner de manifiesto mis más profundos y personales sentimientos hacia él como amigo (hermano mayor del alma). Reprimirlos aquí no sólo sería para mí un ejercicio imposible sino que dejaría privada esta modesta semblanza de su dimensión, creo, más valiosa.
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