El marco teórico que subyace a una pedagogía de la inclusión se refiere a la ontología relacional en la que se hace evidente que la existencia del ser humano es siempre un “ser con” los otros. Esta ontología cuestiona los conceptos de respeto, responsabilidad y reconocimiento, que dan a cada relación comunicativa, una connotación ética. La relación entre “yo” y “tú” y la (relación) entre diferencia y diversidad, son los marcadores conceptuales ineliminables para construir la apertura necesaria al otro. No hay dos personas idénticas en ninguna sociedad; intereses, capacidades, actitudes, contexto social, cultura, hábitos, son connotaciones completamente personales. Así sucede en la escuela también. Cada alumno tiene un estilo, un ritmo de aprendizaje, una forma de ser y de conocer. Prácticamente, para que el proceso educativo tenga lugar, cada sujeto necesita estímulos y ayudas completamente personalizadas. Este es el principio fundamental en el que debe basarse un recorrido formativo, especialmente si está orientado a la escuela o a la inclusión social.
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