La configuración geológica y climática del Valle de Tehuacán-Cuicatlán propició la evolución de una flora distintiva, que proveyó recursos variados a los pueblos cazadores y recolectores, y tiempo después a los horticultores incipientes. Su aridez favoreció la conservación de restos tempranos del cultivo de plantas, lo cual no indica necesariamente que la domesticación haya iniciado ahí, pero confirma su relevancia como espacio de diversificación genética y cultural
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