De crisis en crisis, la Unión europea ha perdido poco a poco el sentido profundo de su creación y ha tendido a alejarse de los valores que le sirven de fundamento. Este artículo considera que debe recordar sin cesar su identidad política, la de un Estado de derecho, la de una democracia ejemplar. Para hacer frente a los desafíos globales, su respuesta debe ser una respuesta movida por una voluntad colectiva.
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