Durante los treinta años que Agatocles había estado en el poder (317-289 a. C.) logró imponer la hegemonía de Siracusa sobre el conjunto de ciudades de la isla, griegas y púnicas. Pero en las décadas que suceden a su muerte, las hostilidades explotaron de nuevo en la isla. Los púnicos aprovecharon la coyuntura para lanzar una ofensiva sobre las ciudades griegas. Estas, en su desesperación, llamaron en su auxilio a Pirro, abriéndole las puertas de la isla.
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