En la imagen romántica de Toledo se puede trazar el desarrollo que experimento la identidad entre imágenes y palabras, entre representaciones visuales y literatura artística, en orden a la superación de lo pintoresco y a la perfección de esas visiones como instrumentos de penetración critica y acción conservadora. Las estructuras visual y cognoscitiva que implicaban los usos pintorescos determinaron un modelo de reconocimiento proclive a distorsiones, ante una ciudad sumida en profunda decadencia, cuya afinidad con aquellos le venia a proporcionar una resonante fama romántica. Los anticuarios españoles depurarían su actitud frente a este modelo, procurando la imagen desprejuiciada, precisa para sustraer los monumentos de la ciudad a la ruina y al olvido.
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