El obispo africano tuvo que hacer frente al principal problema que estuvo presente a lo largo de todo el siglo III en la iglesia española, la apostasía. Basílides y Marcial habían renunciado a Dios tras cometer delitos como la idolatría o la blasfemia, por ello, fueron expulsados de sus diócesis de León-Astorga y Mérida. Sus sucesores, Sabino y Félix, pidieron ayuda a Cipriano cuando Basílides y Marcial intentaron recuperar sus puestos mediante el engaño al Papa Esteban. Manifestándose el obispo ante dicha cuestión en la Carta 67.
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