En plena transformación digital, los ojos de las empresas se han reorientado hacia el “nuevo” consumidor online, olvidando, en muchas ocasiones, rentabilizar y sacar el máximo partido al entorno offine. En este contexto surge una pregunta: ¿conviene invertir en una tienda física cuando ya se dispone de un ‘e-commerce’? La respuesta es sí, por un doble motivo: porque este espacio puede convertirse en la extensión perfecta del mercado digital y, a la vez, en un elemento único para la generación de ‘branding’ o para la prestación de otros servicios de valor.
El auge de nuevos formatos de punto de venta –flagship store’, o ‘concept store’, tienda exposición, o ‘showroom’, ‘pop-up store’ o ‘shop-in-shop’– nos revela que la tienda física se encuentra en plena búsqueda de un valor diferencial en la experiencia de compra que atraiga al consumidor actual
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