Las respectivas caracterizaciones que Walter Scott realiza de Jaime I y Carolina, esposa de Jorge II, en “Las aventuras de Nigel” (1822) y “El corazón de Mid-Lothian” (1818) permiten que el autor cree una dualidad de la representación del soberano como cuerpo físico y cuerpo político que se puede identificar históricamente. Scott muestra cómo cada monarca pretendía establecer, consolidar y legitimar su respectiva autoridad en el dinámico entorno religioso y político que regentaba. Para ello, Scott señala la autoridad monárquica de Jaime y de Carolina como intrínsecamente comprometida a través de tres estratagemas. En primer lugar, los coloca a ambos como faltos de decoro personal o político, mostrando acciones que no se corresponden con la soberanía. En segundo lugar, demuestra la manera en la que falta de masculinidad de cada monarca, sea ésta real o percibida, reduce la autoridad que ejerce. Por último, muestra que se alcanza la harmonía y la justicia que persiguen los protagonistas de cada novela, aunque subraya que esto no se consigue únicamente gracias a la intervención del monarca, sino gracias a otros mejor posicionados para ayudar al héroe y a la heroína a nivel individual (y por tanto a la soberanía a nivel macrocósmico) para que alcancen un estadio duradero de justicia y harmonía social. De esta manera, Scott es capaz de afirmar la naturaleza positiva tanto de la monarquía Estuardo como de la Hanover y, simultáneamente, de mantener una apreciación precavida, cualificada y poco menos que incondicional de estos dos monarcas.
In “The Fortunes of Nigel” (1822) and “The Heart of Mid-Lothian” (1818), Walter Scott’s respective characterizations of both James I and Caroline, George II’s regent, enable him to create the duality of a historically recognizable and deeply qualified representation of the sovereign as natural body and as body politic. He considers how each monarch sought to establish, consolidate and legitimate their respective authorities in the dynamic politico-religious environments they presided over. To do so, Scott positions James’ and Caroline’s monarchical authority as inherently compromised and achieves this using three stratagems. First, he positions them both as either personally or politically indecorous, displaying actions unbefitting sovereignty. Second, he demonstrates how each monarch’s perceived or actual lack of masculinity reduces the authority each wields. Finally, he shows that the justice and social harmony sought by the protagonists of each novel is effected, yet emphasizes that this is not due solely to the monarch’s involvement, but to others better positioned to assist the respective hero and heroine at an individual level (and thus the sovereign at a macrocosmic level) to achieve that lasting form of justice and societal harmony. As such, Scott is able simultaneously to affirm the positive nature of both Stuart and Hanoverian monarchical rule yet maintain a qualified, wary and less than wholehearted appreciation of these two specific monarchs.
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