La investigación acción participativa supone un compromiso con el cambio social. Su propósito no es sólo estudiar y conocer la cultura, sino involucrarse en la (de)construcción de sentidos acerca de lo que es (in)justo y(e) (im) posible. Este compromiso requiere un proceso de vigilancia reflexiva que contribuya tanto a orientar del proceso, como a evaluar el rol de la investigación académica en la intervención. En este artículo propongo ejes sobre los que estructurar vigilancia reflexiva en investigación acción, a partir de la experiencia desarrollada en el trabajo de campo. En la primera parte ofrezco las bases téorico metodológicas de esta propuesta. En la segunda, analizo un conflicto suscitado en el equipo de investigación del que formaba parte, cuando incursioné por primera vez en este enfoque. Por entonces, colaborábamos con la puesta en marcha de una planta social de clasificación de residuos urbanos emplazada en el Área Reconquista (Provincia de Buenos Aires). Nuestro desafío era contribuir a desarrollar una suerte de “cultura cooperativa” que permitiera gestionar la planta conforme a los principios de la economía social solidaria. El conflicto se produjo cuando, al notar el resultado del proceso participativo se alejaba este propósito, debimos definir nuestra continuidad en el proyecto.
Participatory Action Research (PAR) involves a commitment to social change. Therefore, it aims not merely to study culture but (re)create social consensus about what is (un)fair and (im)possible. To accomplish this purpose requires an ongoing process of “reflexive surveillance”, to orient and revise the process and to supervise the role of academic intervention. In order to achieve that purpose, we need to establish certain parameters to orient ourselves in the fog of social commitment and knowledge construction. I present in this paper some methodological insights developed after ten years of working in action research. First, I introduce the methodological and theoretic basis of the approach we have defined over these ten years. Then I develop a reflexive exercise by studying a conflict that had arisen within the PAR team I took part in. At that moment, we were working on the implementation of a social program that promoted the construction of social solidarity plants for solid urban waste classification and selling. Our main challenge was to contribute to the development of a kind of “cooperative culture” that would permit administering the plant consistent with the principles of a solidary economy. The conflict inside our team expressed itself when we noticed that the results of the participatory dynamic were too distant from our purposes and convictions
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