El descubrimiento y conquista de nuevos mundos fue uno de los grandes acontecimientos del Renacimiento, una época de cambios impactantes, entusiasmada con sus invenciones, deseosa de novedades y de saber más sobre el universo. Aquella promoción de Occidente, una ofensiva frente al Oriente, desencadenó una inusitada curiosidad hacia lo alejado, exótico y desconocido; os móviles que hicieron posible la ruptura de unas fronteras geográficas, hasta entonces insalvables, en las que los antiguos proyectaron un cúmulo de anhelos, esperanzas y miedos. Descubrir era viajar, un proceso vital que ofrecía a sus artífices la posibilidad de presenciar y conocer el mundo exterior, al menos desde una percepción individual o subjetiva que, a la vez, experimenta la inevitable transformación mental inherente al contacto con realidades al margen de lo cotidiano.
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