Ayuda
Ir al contenido

Dialnet


El médico enfermo

  • Autores: Jaume Padrós Selma
  • Localización: Humanitas : Humanidades Médicas: Tema del mes on-line, ISSN-e 1886-1601, Nº. 41, 2009 (Ejemplar dedicado a: El médico enfermo), págs. 1-28
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • español

      El asunto de la salud de los médicos ha sido de siempre controvertido. La sociedad en general ha atribuido a los médicos una supuesta posesión de invulnerabilidad ante la enfermedad, como si la misma condición de galeno llevara consigo un mágico escudo protector. Parecería que el acceso a ese conocimiento ajeno al resto de los mortales les permitiera incluso poseer el secreto de la permanente y eterna salud. Y, como no podía ser de otra forma, los médicos han participado de ese subconsciente colectivo, y han sido de siempre y en la práctica incapaces de asumir adecuadamente la condición de paciente cuando la situación lo requería.

      En esas circunstancias, cuando el médico enferma, éste suele actuar por exceso o por defecto, pero en todo caso lejos de lo que él mismo acostumbra a recomendar a sus pacientes.

      Y lo que es peor, no sabe o es incapaz de pedir ayuda. Y cuando la afección o el trastorno está en la esfera mental o se relaciona con alguna adicción la respuesta es aún más negacionista, y llega incluso a arrogante y prepotente.

      Dejando aparte los factores individuales, desde la formación de pregrado y durante todo el tiempo de ejercicio profesional el médico se ve sometido a un estrés importante. La competitividad académica, el proceso de una formación continuada permanente y una puesta a punto constante, la autoexigencia, la presión asistencial, las expectativas de los pacientes y de sus familias, el miedo y la realidad de las demandas y reclamaciones, los errores y sus consecuencias, el trabajo en solitario o en organizaciones en las que se tienda a la despersonalización de la relación médico-paciente y a la limitación de la capacidad de autonomía en la toma de decisiones o en la organización de su propio trabajo, son todos ellos factores generadores del estrés profesional del médico. Sin olvidar el fenómeno de exceso de información para uno mismo que a menudo ayuda a distorsionar la realidad y el pronóstico de la propia enfermedad y el miedo a la estigmatización por parte de pacientes y de los propios colegas.

      Todo ello adquiere mayor trascendencia por cuanto son muchos los valores éticos que se manejan y, porque, en definitiva, de la salud del médico depende también la capacidad de éste para desempeñar su profesión correctamente. Además, cuando la enfermedad es mental o relacionada con alguna adicción, no sólo deberíamos referirnos a un problema específico de los profesionales de la medicina, sino más bien, y en cuanto puede tener consecuencias sobre los ciudadanos, a un problema de salud pública.

      Debemos reconocer que en el proceso de transformación de las formas de ejercer la medicina han aparecido nuevos elementos que se han identificado como generadores de estrés entre los profesionales y que hay que tener muy en cuenta: recursos limitados y control gubernamental, estatus profesional inferior al del pasado, mayores expectativas de los pacientes y de las familias, pleitos y denuncias, uso ilegal de drogas, aumento de la presión asistencial, mayor envejecimiento de la población y aumento de las enfermedades crónicas, demanda de una asistencia alejada de riesgos y unos medios de comunicación que muy a menudo destacan más los aspectos negativos que los positivos.

      A todo ello hay que añadir los importantes cambios demográficos habidos en la profesión médica en los últimos dos decenios y que también han supuesto un cambio en los perfiles de riesgo.

      Por un lado, una feminización progresiva: más del 70% de los nuevos licenciados salidos de nuestras facultades de Medicina son mujeres; por otro, el fenómeno de la inmigración de médicos provenientes de otros países que en el último lustro incluso han sobrepasado el porcentaje de nuevas colegiaciones; y, por último, el progresivo envejecimiento de la profesión.

      Desde la década de los 70 se ido tomando conciencia por parte de distintas organizaciones profesionales y sanitarias de la necesidad de dar una respuesta preventiva y asistencial con la finalidad de proporcionar una ayuda al médico enfermo y, al mismo tiempo, ser garantes de un buen ejercicio profesional. Son también cada vez más numerosos los estudios realizados que analizan los factores de riesgo, pero también las situaciones favorables al desarrollo de un ejercicio saludable de la profesión.

      En nuestro país, la aparición del Programa de Atención al Médico Enfermo promovido por el Colegio de Médicos de Barcelona y, con posterioridad, de la Fundación Galatea del Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña, han supuesto un gran avance en el conocimiento, la comprensión y el abordaje de los problemas de la salud del médico, especialmente cuando éstos pueden llegar a condicionar una correcta praxis profesional.

      Todos estos cambios sólo serán posibles si existe una mayor concienciación sobre cuál debe ser la función corporativa de la profesión y, en este sentido, se debe producir también una evolución cultural de los propios médicos a favor de la adquisición, ya en la formación de pregrado y en la residencia, de hábitos saludables y del autocuidado bien entendido. Al mismo tiempo, los responsables de las administraciones públicas y de las organizaciones sanitarias deberían tomar conciencia de que es necesario modificar en profundidad los sistemas de organización asistencial, promoviendo los valores, actitudes y fórmulas que favorezcan un desarrollo profesional óptimo y saludable, evitando factores de estrés innecesarios que pueden acabar influyendo de forma negativa en la calidad asistencia

    • English

      The issue of physicians’ health has always been controversial. Overall society has taken for granted a false invulnerability before the illness on the part of physicians, as if their medical abilities were to bring along a magical protective shield. It might seem that their knowledge which is alien to the remaining mortals would even allow them to get the secret of permanent and eternal youth.

      And, of course, physicians have taken part in this collective unconscious and have always been incapable of properly assuming their condition as patients when given the situation.

      Under these circumstances, when physicians get sick, they tend to overact or not to act sufficiently, in any case, reversely to their own medical endorsements. And to make things worse, they do not know how to ask for help or they are incapable of doing so. And, when the condition or impairment is psychical or relates to some kind of addiction the response is even more negationist, close to arrogance and prepotence.

      Quite apart from individual factors, from the time of undergraduate training and throughout all their professional careers, the physicians are subject to significant stress degrees. High levels of academic competitiveness and self-demand, the process of ongoing continuous training and updating, the pressure of caregiving, the expectations of the patients and their families, the fear and reality of claims and demands, the mistakes and their consequences, the fact of working alone or within organizations that tend to depersonalize the doctor-patient relationship and limit the autonomy capability in decision making or self-organization of work, are all stress factors for the medical practitioners. Not to mention the phenomenon of information overload for oneself which often distort the reality and the prognosis of the disease itself and the fear of stigma on behalf of the patients and their own colleagues.

      This assumes greater significance as there are many ethical values that are handled and because, ultimately, the physicians' ability to properly perform their profession is also dependent on their health. Furthermore, when it comes to mental or addictive disorders, we should not only refer to a specific problem of medical professionals, but rather, as long as it can have an impact on citizens, to a public health problem.

      We must admit that in the transforming process of the medical practice new arising elements have been identified as stress generators among professionals and they must be taken into account: limited resources and government control, a lower professional status compared to that of the past, increased patients’ and families’ expectations, lawsuits and complaints, illegal use of drugs, growth of caregiving pressure, increased aging population and increasing chronic diseases, overall demand for an assistance that is kept away from risk and means of communication that often highlight the negative aspects over the positive ones.

      In addition, the significant demographic changes occurred in the medical profession in the past two decades have also meant a change in risk profiles.

      On the one hand, a gradual feminization: over 70% of new graduates out of our faculties of medicine are women; on the other hand, the phenomenon of the immigration of doctors from other countries that, in the last five years have even surpassed the percentage of new collegiates and, finally, the progressive aging of the profession.

      From the 70s, several professional and healthcare organizations have been taking awareness of the need to provide a preventative and healthcare answer with the aim of providing assistance to sick physicians and at the same time being the guarantors of a good professional practice. There are also an increasing number of studies that analyze risk factors, but also favorable situations for the development of a healthy professional practice.

      In our country, the emergence of the Committee for Helping the Sick Physician promoted by the College of Physicians of Barcelona and then the Galatea Foundation of the Council of Colleges of Physicians of Catalonia, has been a great advance in the knowledge, understanding and addressing the physicians’ health problems, especially if they could obstacle a proper professional practice.

      All these changes are only possible if there is a greater awareness of what should be the corporate role of the profession and, in this sense, it should also take place a cultural evolution on the part of physicians in favor of the acquisition of healthy and self-caring habits, from the time of undergraduate training and residence.

      At the same time, the heads of government and health organizations should be aware of the need for deep changes in the healthcare systems by promoting values, attitudes and notions that boost an optimum and healthy professional development, avoiding unnecessary stress factors that can end up by negatively affecting the quality of care


Fundación Dialnet

Dialnet Plus

  • Más información sobre Dialnet Plus

Opciones de compartir

Opciones de entorno