El autor sostiene que se puede ser cosmopolita (si celebra la variedad de culturas humanas), tener raíces (si es leal a una o varias sociedades locales que considera su hogar), liberal (si se muestra convencido del valor del individuo) y patriota (si se enorgullece de las instituciones del Estado o Estados en los que vive). El cosmopolitismo fluye de las mismas fuentes que nutren el liberalismo, toda vez que la variedad de formas de vida humana es la que suministra el vocabulario al lenguaje de la elección individual. Y el patriotismo mana del liberalismo porque el Estado dibuja el espacio en el que exploramos las posibilidades de libertad. Para los cosmopolitas arraigados, todo esto es de una sola pieza.
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