Extraña paradoja esa del salariado. Grial moderno, el contrato laboral constituiría un requisito previo para la emancipación: ¿no se supone que garantiza los medios para subsistir? Para muchos, vivir significa, pues, fichar en el trabajo. No obstante, entrar en el mundo empresarial también representa, a menudo, un sometimiento a las obligaciones ligadas a la obsesión por el rendimiento. En otras palabras: un obstáculo para la vida.
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