Julio Carabaña Morales, Emilio Lamo de Espinosa Michels de Champourcin
Se exploran los conceptos y elementos del interaccionismo simbólico, tal como estos se derivan del pensamiento de G. H. Mead, bajo las siguientes categorías: (1) Pragmatismo y behaviorismo social; (2) acto y actitud; (3) la persona; (4) la sociedad. En contraste con el paradigma normativo de la explicación sociológica en que se ubica la Escuela de Chicago, representada por H. Blumer, el interaccionismo simbólico enfatiza el momento activo de la persona (el yo), evadiendo así la cuestión relativa a la existencia de un sistema normativo de interacción social. Debido a la escasa importancia que el interaccionismo simbólico da al nivel macrosociológico, sus herramientas teóricas no pueden dar cuenta del cambio social. Se presenta la conceptualización goffmaniana de la presentación del yo como una adaptación humanista del pensamiento de Mead en torno a la naturaleza profundamente competitiva de la sociedad norteamericana. El interaccionismo simbólico, emergiendo del pragmatismo, hubo de convertirse en una teoría de la comunicación que asumía la universalidad de los símbolos sociales y el consenso. De este modo, la generación de alternativas sociales diversas o la emergencia de expectativas sociales contradictorias se sitúan más allá de su horizonte de inteligibilidad. El interaccionismo simbólico representa al individualismo contractualista clásico, al reducir la fuerza personal al individuo biológico y sus instintos. En términos de acción social, oscila entre el idealismo objetivo y subjetivo. No solamente carece de cualquier teoría de la objetividad, sino que la consideración de la objetividad social también le es ajena. En la medida en que proporciona un fundamento teórico en el que los grandes intercambios comerciales son objeto de racionalización, el interaccionismo simbólico constituye una versión del individualismo reformista americano. Si bien puede atribuírsele el mérito de revelar la importancia del lenguaje y de la comunicación tanto en el individuo como en la sociedad, al ignorar la cuestión relativa a la organización social de la producción, proporciona un cuadro demasiado optimista de la interacción.
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