Con la crisis de los últimos años he aprendido la lección que la economía es una disciplina mucho más política de lo querríamos creer algunos. Antes de la crisis financiera, muchos economistas –incluso, hasta cierto punto el que suscribe– pensaban que había un consenso profesional considerable en relación con algunos temas importantes. Esto es especialmente cierto en el caso de la política monetaria. No han pasado tantos años desde que el gobierno de George W. Bush declarase que una de las lecciones que habíamos aprendido tras la recesión de 2001 y la recuperación que le siguió era que “las políticas monetarias decididas pueden acortar y suavizar una recesión”. Entonces, sin duda, tendría que haber un consenso bipartidista a favor de una política monetaria más decidida a fin de combatir la crisis de 2007-2009, que era mucho peor.
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