Las hojas, ya sean oníricas o de celulosa, son la argamasa con la cual se construye el patrimonio, ya sea bibliográfi co o inmaterial, de todas las bibliotecas y, en su defecto, de la humanidad en sí. Hojas con las cuales, atesoramos todo el saber, todo el conocimiento, toda la literatura posible. Hojas con las cuales, describimos lo real y lo irreal e imaginario.
Hojas con las cuales, construimos y administramos imperios o, simplemente describimos los más bellos poemas y sueños, que valientemente somos capaces de atrapar en dichas hojas.
Las hojas como testigos mudos y perennes de la historia. Eco perpetuo de la memoria.
Tesoros que guardan y encierran la esencia en sí de la Humanidad. ¡Hojas! Sólo hojas. Y en cambio, lo es todo
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