Diego Muñoz-Torrero, tras dejar su cargo de Rector de la Universidad de Salamanca en 1789, parecía que se dedicaría a la vida religiosa en Villafranca del Bierzo, pero los acontecimientos históricos le llevaron a desempeñar un papel protagonista en las Cortes de Cádiz. Acude a dichas Cortes como diputado representante de la entonces provincia de Extremadura. Su intervención el día de la primera reunión, 24 de Septiembre de 1810, fue determinante para el desarrollo de los debates que darían como fruto la Constitución de 1812. Su participación en varias comisiones, su intervención en casi todos los debates, su presidencia de la Comisión Constitucional, le convierten sin duda en uno de los “padres” más señalados de la “Pepa”.
Cuando vuelve Fernando VII e impone el absolutismo es duramente perseguido y confinado en el monasterio de Padrón.
Tras el breve periodo liberal de 1820-23, en el que ya en Madrid desempeña el cargo de presidente de la Diputación Permanente de las Cortes, muere en su exilio de Portugal, encarcelado, torturado y enfermo en 1829.
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