En la mañana del domingo 10 de noviembre de 1715, un pastorcillo de Cabeza del Buey llamado Francisco Fernández Santa Ana, estando al cuidado de unas cabras de su tío en la sierra de la Morisca de Helechal, vio unas monedas que tomó por medallas de santos. Se las mostró a unos labradores que estaban en un cortijo, quienes inmediatamente apreciaron ser de plata, y todos juntos volvieron al lugar del hallazgo, donde tras escarbar salieron a la luz casi mil monedas romanas. Enteradas las autoridades del partido de La Serena, se Informó al Consejo de Órdenes, que instaría a la incautación de un tesoro que acabaría finalmente engrosando las arcas y la colección del rey Felipe V.
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