La continua llegada de auxilios externos fue fundamental para el feliz resultado del primer sitio de Zaragoza (15 junio a 14 agosto de 1808), que fue posible gracias a que el cerco nunca llegó a ser completo y permaneció abierto el camino a Cataluña en la orilla izquierda del Ebro. En el segundo, sin embargo, todos los intentos resultarían inútiles, principalmente por la indecisión de Palafox, incapaz de aprovechar las semanas que mediaron entre la derrota de Tudela (23 noviembre) y la reaparición de los franceses (21 diciembre) para organizar con los excedentes de su guarnición una división con la que hostigar a la retaguardia imperial, papel que confió a la llegada de otros ejércitos, excesivamente apurados en esas fechas, así como a la formación en los montes cercanos de nuevos contingentes incapaces de enfrentarse a las tropas imperiales.
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