En las elecciones presidenciales más disputadas de la historia de México, los medios de comunicación han jugado un papel protagónico. No sólo han estado en el ojo del huracán: han formado parte del mismo huracán o han llegado a desatar no pocas ventoleras. Pero a diferencia del pasado reciente, ahora la polémica no se atribuye a embarazosas inequidades en la cobertura informativa de radio y TV a lo largo de la campaña electoral sino fundamentalmente a su afianzamiento como plataformas de la mercadotecnia política y a su acompañamiento periodístico, que si bien se advirtió equilibrado en términos de espacio hasta el 2 de julio, pasada esa fecha por momentos ha parecido recobrar sombras del viejo régimen priísta.
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