La batalla por la ciudad de Alepo fue uno de los sucesos de mayor importancia estratégica durante el conflicto de Siria. El control definitivo de la ciudad por el régimen de Damasco, logrado en diciembre de 2016, marcó un punto de inflexión en el conflicto, tras el cual las fuerzas leales al presidente al-Asad han mantenido la iniciativa militar y han conseguido recuperar gran parte del territorio nacional al oeste del río Éufrates. La batalla fue también una de las más sangrientas en el ya de por sí cruento conflicto de Siria. La ciudad sufrió un asedio más largo que el de Sarajevo, y probablemente con tres veces más víctimas mortales. A los más de 30 000 muertos hay que añadir decenas de miles de heridos y más de un millón de desplazados. La naturaleza urbana de los combates causó un elevadísimo número de víctimas civiles, y el extremismo de los combatientes se reflejó en frecuentes crímenes de guerra y en el uso de procedimientos bélicos brutales. Ejecuciones masivas, terrorismo suicida, barriles bomba lanzados desde helicópteros o el bombardeo sistemático de instalaciones médicas convirtieron a la que había sido la ciudad más próspera y poblada de Siria en un infierno difícil de describir.
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