La neofobia alimentaria infantil se asocia normalmente a un menor consumo de frutas y verduras, y esto último se relaciona con una dieta menos saludable. Se han llevado a cabo diferentes tipos de programas con el objetivo de reducir la neofobia alimentaria y aumentar así la ingesta de frutas y verduras en la infancia. Entre ellos, los de educación sensorial han mostrado su eficacia. Por otro lado, los diversos programas nutricionales que incluyen actividades de huerto y preparación de alimentos se utilizan con el mismo fin. No obstante, la heterogeneidad de los programas y de sus evaluaciones dificultan llegar a conclusiones sólidas sobre su efectividad.
Se han llevado a cabo diversos estudios experimentales para determinar el efecto de cada una de las etapas de la preparación de alimentos por separado: la elección de la receta, la compra de los alimentos, su cocinado y su emplatado. Si bien los resultados son prometedores, es necesario realizar estudios en entornos reales para validar dichos experimentos. Un ejemplo es el proyecto EgizuSUK, llevado a cabo en el ámbito escolar y que engloba diferentes sesiones que trabajan las etapas del proceso de alimentación y cuyos resultados, comparados con un grupo control, parecen estar en línea con los estudios experimentales.
Finalmente, y con el objetivo de promover una alimentación saludable en la población infantil, se considera necesario que los programas incluyan elementos de educación nutricional y educación sensorial, así como de habilidades culinarias. Además, tener en cuenta el entorno escolar y el contexto familiar es clave para el adecuado desarrollo de dichos programas.
Child food neophobia is usually associated with a lower consumption of fruits and vegetables, and the latter, is related to a less healthy diet. Different types of programs have been conducted in order to reduce food neophobia and thus increase the intake of fruits and vegetables in childhood. Among them, sensory education programs have shown their effectiveness.
On the other hand, various nutritional programs that include garden and food preparation activities are used for the same purpose. However, the heterogeneity of programs and their evaluations, make it difficult to reach firm conclusions about its effectiveness. Several experimental studies have been conducted to determine the effect of each of the stages of preparing food separately: the selection of the recipe, the purchase of food, cooking and the presentation of the plate. While the results are promising, it is necessary to realize studies in real environments to validate such experiments. An example is the EgizuSUK project, carried out at schools and that encompasses different sessions that involve children in the different stages of the preparation of new foodstuffs, and whose results, compared with a control group, seem to be in line with the experimental studies.
Finally, in order to promote healthy eating in children, it is considered that programs should include elements of nutrition education, sensory education, as well as culinary skills. In addition, school setting as well as the family context should be taken into consideration as key elements in the development of such programs.
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