Este artículo analiza críticamente la evolución del control constitucional en México. Argumenta que mientras el sistema mexicano ha fluctuado entre dos modelos bastante consolidados de justicia constitucional —el americano y el europeo continental—, en México se ha descuidado por lo menos una premisa fundamental que se encuentra fuertemente arraigada en las reglas de ambos modelos. A saber, que la gran parte del control constitucional relacionada con la protección de derechos fundamentales debe ser tarea de los tribunales ordinarios —facultados para tal efecto dentro de los procedimientos jurisdiccionales ordinarios— y, por lo tanto, que la jurisdicción constitucional debe jugar sólo un papel de guía —aun cuando resuelva casos concretos— en la tutela de los derechos fundamentales. Así, mientras las reglas de dichos modelos dejan formalmente fuera de la jurisdicción constitucional la gran mayoría de los asuntos relacionados con derechos fundamentales, aquéllas garantizan que la interpretación constitucional —surgida de los pocos casos trascendentales que logran llegar a la jurisdicción constitucional— siempre adquiera generalidad en el orden jurídico. Por el contrario, las reglas mexicanas han fomentado una excesiva dependencia en la jurisdicción constitucional especializada y, simultáneamente, han debilitado, a través de distinciones artificiales, la función de guía en el orden jurídico de la interpretación constitucional. Esta situación resulta en un complicado sistema que no es efectivo en lograr que las reglas constitucionales guíen la conducta ni tampoco en tutelar satisfactoriamente los derechos fundamentales.
This article reviews the evolution of constitutional judicial review in Mexico. It claims that while the Mexican legal system has fluctuated between two fairly consolidated constitutional review models —the American and the continental European— it has so far disregarded at least one major factor strongly embedded within the rules of both. Stated differently, most constitutional scrutiny regarding fundamental rights —the essential prerogatives and freedoms to which every person as such is entitled under the constitution— should be fulfilled by lower courts empowered for such purpose within ordinary adjudication procedures. For this reason, constitutional jurisdiction should play only a guiding role —even when solving a specific controversy on its merits— in the enforcement of these rights. While the rules of these two models leave the vast majority of legal controversies regarding fundamental rights outside constitutional jurisdiction, they guarantee that the interpretation of the few leading cases that are formally reviewed impact the rest of the legal system. Instead, the Mexican rules of constitutional scrutiny have fostered excessive dependence on specialized constitutional courts. Simultaneously, they have weakened — through artificial differentiations regarding the review of statutes— the guiding role of constitutional interpretation in the legal realm. This results in a complex system that is neither effective in making constitutional rules guide conduct nor in wholly enforcing fundamental rights.
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