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México, un fin de ciclo es también un principio

  • Autores: Aldo Adrián Martínez Hernández
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 32, Nº 184, 2018, págs. 84-90
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • La división social y el desgaste de los partidos políticos tradicionales en las elecciones mexicanas de 2018 plantean más preguntas que respuestas respecto al futuro del país.

      Después de una larga hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y a casi dos décadas de la primera alternancia partidista en la presidencia mexicana que le dio fin, 2018 podría representar la conclusión de un ciclo político que comenzó con el nuevo siglo. Los cambios en la composición política de los poderes del Estado durante los 12 años de gobiernos del Partido de Acción Nacional (PAN, 2000-06 y 2006-12) y el regreso del PRI a la presidencia en el último sexenio (2012-18) son prueba de una dinámica disputa por el poder.

      La singularidad del fin de ciclo que ha acompañado a los comicios del 1 de julio supone, además, una prueba de funcionalidad democrática e institucional, al constituir las primeras elecciones concurrentes organizadas por el Instituto Nacional Electoral (INE), creado en 2014. Las elecciones de 2018 han sido las más amplias de la historia, con casi 90 millones de ciudadanos llamados a determinar la renovación de poco más de 18.000 cargos de elección en los tres niveles de gobierno: federal (presidente, senadores y diputados); estatal (gobernadores y diputados) y municipal (presidentes municipales, síndicos y regidores).

      Para entender el cambio en el panorama político mexicano, cabe plantear tres preguntas sobre el proceso electoral que acaba de vivir el país: ¿Quiénes eran los candidatos a la presidencia? ¿Cómo se formaron las alianzas electorales y por qué? ¿Qué reflejan de la sociedad mexicana? Candidatos y coaliciones Las elecciones presidenciales son un aliciente implícito a la continuidad o cambio de un proyecto político y el ejercicio del poder, binomio personificado por los candidatos contendientes. En el proceso electoral mexicano de 2018, la diferencia ha girado en torno a tres candidatos provenientes de las principales fuerzas políticas del país.

      En primer lugar, Ricardo Anaya, candidato de la coalición Por México al Frente, integrada por el PAN, Movimiento Ciudadano (MC) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Anaya posee un perfil relativamente técnico: licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Querétaro, máster en Derecho Fiscal por la Universidad del Valle de México y doctor en Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México. Su trayectoria profesional tiene dos vertientes: una eminentemente administrativa, que se reduce a cargos de designación en la administración pública estatal hasta llegar a la administración federal en el sexenio del expresidente Felipe Calderón; y la vertiente político-electoral, en la que destacan los cargos de diputado local y diputado federal durante la segunda legislatura del sexenio anterior. A ello se añade su experiencia como presidente del PAN y otros cargos organizativos dentro del partido. En su corta experiencia como dirigente del PAN destacan algunos éxitos, incluyendo victorias federales, estatales y locales durante los procesos electorales de 2015 y 2016.

      El recorrido de Anaya como dirigente del partido y su posicionamiento como una oposición que permitió al presidente Enrique Peña Nieto la consecución de dos reformas constitucionales –la educativa y la energética – hizo posible concretar un proyecto que aglutina diversas fuerzas políticas antagónicas. En principio, la candidatura de Anaya evidenció una clara fragmentación en el PAN, provocada por una pugna por la presidencia del partido y la candidatura a la presidencia del país con Margarita Zavala, esposa del expresidente Calderón. Debido a la falta de procesos democráticos para la selección del candidato presidencial, Zavala renunció al partido y se lanzó como candidata independiente. Esta decisión generó una fractura en el PAN y promovió una alianza electoral con el PRD y MC. Cabe señalar que la promoción de la candidatura de Anaya, al amparo de los estatutos del partido, comenzó desde su llegada a la presidencia del PAN, lo que resultó en una imposición de su candidatura a la militancia. Esta condición, junto a la salida del grupo afín a Zavala y a la coalición electoral con el PRD, reflejan divisiones en el interior de la organización, lo que ha impactado durante el proceso electoral, manteniendo la coalición en segundo lugar.

      El segundo candidato es José Antonio Meade, de la coalición Todos por México, formada por el PRI, el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y el Partido Nueva Alianza (Panal). El perfil de Meade era el más técnico de los tres principales contendientes y su experiencia combina una importante faceta académica con una amplia trayectoria burocrática. Licenciado en Economía por el Instituto Tecnológico Autónomo de México y en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México, Meade tiene también un doctorado en Economía por la Universidad de Yale. A nivel administrativo, ha desempeñado cargos directivos en diversas secretarías de Estado, entre las que destacan Hacienda, Energía, Relaciones Exteriores y Desarrollo Social. Meade ha desarrollado una carrera profesional en torno a la especialización administrativa, colocándose como pieza importante en los gobiernos de Calderón y en la administración de Peña Nieto.

      La candidatura de Meade tenía que ver con la necesidad del PRI de desligarse, al menos en imagen, de diversos casos de corrupción vinculados a gobiernos priístas, que van desde la cabeza del ejecutivo federal hasta los gobiernos estatales que mantenía como un partido renovado. La manifestación del PRI respecto a la relativa unidad organizativa en el nombramiento del candidato presidencial supuso una ruptura con el equipo de Peña Nieto, a pesar de que el propio presidente diera su apoyo al candidato. La decisión tuvo que ver con el desgaste del partido durante la etapa actual y su búsqueda de alternativas para el próximo gobierno. El PRI encontraría en Meade una figura más acorde a sus necesidades electorales, con una trayectoria aparentemente limpia. Paradójicamente, Meade no ha sido militante del PRI y entró como un cambio de imagen, lo que evidencia que el PRI no contaba entre sus correligionarios con candidatos capaces de afrontar un reto de tal magnitud. Resultado de ello es que Meade se mantuvo en tercer lugar en las preferencias electorales, con el PRI sufriendo los peores resultados de su historia.

      El tercer candidato era Andrés Manuel López Obrador. Su coalición, Juntos Haremos Historia, integra tres agrupaciones políticas: el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Encuentro Social (PES). López Obrador era el candidato con menos preparación académica (tiene una licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México), pero cuenta con una larga experiencia política. Fundador de Morena en 2014, ha desempeñado diversos cargos administrativos a nivel directivo y en el ámbito local, así como cargos de elección popular como jefe de gobierno del Distrito Federal –ahora Ciudad de México y capital del país – con niveles altos de aprobación de su gestión. López Obrador también ha desempeñado cargos políticos como dirigente del PRD y como presidente de Morena entre 2014 y 2017.

      La relevancia de su candidatura procedía precisamente de su experiencia en dos elecciones presidenciales anteriores. López Obrador lideró las coaliciones Por el Bien de Todos, en 2006, y Movimiento Progresista, en 2012. No logró consolidarse en la preferencia de los electores, quedando en esas dos contiendas en segundo lugar, a pesar de que se argumentó fraude electoral en ambas. En esas elecciones, López Obrador se presentó como candidato presidencial con la coalición del PRD, partido que en esta ocasión se ha coaligado con el PAN y MC. La creación de Morena y el problemático comportamiento de las facciones del PRD tras la salida de López Obrador, provocaron una importante disminución en sus apoyos electorales para los comicios siguientes. Presentándose por tercera ocasión como candidato presidencial, López Obrador llegó a las elecciones de 2018 con un amplio apoyo social, al igual que Cuauhtémoc Cárdenas, que en su momento se presentó en tres ocasiones como candidato del PRD. El eterno candidato progresista de Morena procede de una larga tradición política, que aparentemente es una de las características de los candidatos de izquierda en el país. Su histórica victoria del 1 de julio, con más de 12 millones y medio de votos, rubrican el cambio de ciclo en México…


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