En este artículo nos proponemos problematizar algunos lugares comunes que todavía delimitan el debate público en torno al gobierno de la seguridad en Argentina. Nos interesa pensar la autonomía policial, sus resortes, analizar algunos fenómenos que operan como telón de fondo, que van creando condiciones de posibilidad para que las policías se autonomicen del funcionariado de turno. Una autonomía que no es absoluta sino relativa, es decir, que se negocia permanentemente en torno a un sistema de sobre-entendidos, “cheques grises” o consensos tácitos. Una autonomía que encuentra en la propia cultura policial un punto de apoyo encantado e interesado. Una autonomización que no está meramente al servicio de la política y que por añadidura tampoco debemos apresurarnos a procesarla en términos de “corrupción”, sino al servicio de la economía, para agregarle regulación a los mercados legales e informales, que pendulan entre la legalidad y la ilegalidad. Una autonomización, entonces, sistemática, consecuencia de su propia trayectoria institucional, pero también de las actuales necesidades del capitalismo
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